Don
Ricardo.
Por: Moisés Rodríguez Pérez.
Escribir sobre la figura de Don Ricardo es
para cualquier tudense, especialmente los de mi generación, aflorar recuerdos
entrañables ligados de forma indeleble a la infancia que es normalmente un
espacio de la memoria en la que, en algún que otro momento, nos refugiamos para
reencontrarnos con nosotros mismos y con los demás.
Podría decir, sin ánimo pretencioso, que mi
vida ha estado siempre cercana a su persona a lo largo de los años; en Don
Ricardo siempre encontré una entrañable acogida, una palabra de amistad y
aliento y, muy especialmente, un inmenso amor a Tui y a sus tradiciones,
especialmente a nuestro patrono, San Telmo, cuya devoción transmitía con
entusiasmo y tesón.
Mi vinculación comienza con mi bautismo
que, según me cuentan mis padres, se produjo en la primera Vigilia Pascual
celebrada ya entrada la noche en la Iglesia parroquial de San Francisco, en el
año 1971. Desde aquel momento hay varias imágenes de la vida de Don Ricardo que
recuerdo con agrado y simpatía.
Era una personalidad carismática. Grande
por fuera y por dentro. Todos los niños tudenses de aquellas décadas recordamos
su figura, en la misa del catecismo parroquial, en el centro de San Francisco,
con la mano en alto, con la casulla blanca, primero desde el altar o el atril y
cuando los medios técnicos lo permitieron con el micrófono inalámbrico en el
pasillo del templo…… aquella mano en alto significaba silencio total… y aquella
multitud de niños y niñas, inquietos y juguetones, nos callábamos al instante,
sobrecogidos incluso por aquel sacerdote que se imponía con autoridad al tiempo
que cantaba y gritaba como el que más de nosotros.
Rememoro también una época infantil en que
era monaguillo en la Capilla de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, en
el Asilo, en un tiempo en que mi profesora en el colegio nº 2 era su hermana,
querida e idolatrada por Don Ricardo Doña Lolita y donde yo afortunadamente
tenía bula para llegar tarde al cole por tener que llevarle los pesados libros a Lolita…
O las muchas veces que participé ayudando
en la preparación del Belén parroquial, recogiendo musgo (de aquella se podía)
para ornamentar este bello motivo navideño… por que su actividad en la
parroquia era incansable y siempre animosa, en la que sabía implicar a
numerosas personas para que participasen y colaborasen en una tarea que el se
empeñaba en que fuese colectiva.
También de aquellos años son recuerdos de
su dedicación pastoral que viví en primera persona, primero en las catequesis
de confirmación y después en las Comunidades Neocatecumenales de la parroquia
donde pude conocer su interés por cada persona y su don de la palabra, siempre
oportuna y siempre animosa.
De mi etapa como alcalde guardo igualmente
entrañables recuerdos. Poco después de mi toma de posesión le visité en la
sacristía de la Catedral, donde discurrían sus mañanas en los últimos años de
su trabajo pastoral, me dio un fuerte abrazo de felicitación y a continuación,
con la solemnidad que acostumbraba en las liturgias que presidía, pidió un
silencio a los presentes y realizando una breve pero emocionada oración me
bendijo, implorando la ayuda divina para la tarea que comenzaba en la alcaldía.
Una breve pero emocionante “ceremonia” que es muy ilustrativa de su trato.
De aquellos años recuerdo el entusiasmo con
que abordaba su trabajo como canónigo de la Catedral promoviendo un sin número
de iniciativas para su dinamización e impulso como gran referente de nuestra
ciudad.
Era un magnífico consejero; cuando había
que tratar algún tema elegía un lugar para hablar y tratar el asunto que fuese
menester, lo hacíamos dando multitud de vueltas alrededor del Claustro de la
Catedral … hablando de lo divino y lo humano… hasta completar los kilómetros
que tenía que andar hasta regular su nivel de azúcar… era una fantástica ocasión
para oír sus sabios consejos o sus impresiones sobre cualquier tema de
actualidad o especialmente si era sobre Tui.
Por que su ciudad era una de sus pasiones.
Y en ella tanto la Catedral como San Telmo eran objeto de su especial atención.
Una Catedral sobre la que trabajó con intensidad para que mantuviese su
carácter de iglesia central de la diócesis, pero también ampliando sus
dimensiones a los ámbitos culturales y turísticos. En este aspecto, destaca
como el gran artífice y animador del festival “Música no Claustro” que comenzó
como un ciclo de conciertos de jóvenes interpretes tudenses y que hoy es una
consolidada realidad que reúne a tantos y tantos tudenses y aficionados.
Y sobre todo la devoción a San Telmo,
impulsándola en nuestra ciudad pero también en otras localidades; especialmente
en Frómista donde era considerado como el gran lazo de unión entre nuestras
localidades. Fue un gran motivo de satisfacción haber logrado que en el mismo
año, nuestro querido D. Ricardo, pronunciase el pregón de las fiestas de San
Telmo en Tui y en Frómista, expresando de este modo los vínculos entre los
lugares de nacimiento y muerte de Fray Pedro González Telmo, patrono de ambas
localidades.
Guardo con especial cariño una breve carta
que me envió que comenzaba asi: “Mi querido Ches: Da gusto poder dirigirse así
a un alcalde”. Un sentimiento recíproco, pues realmente el camino de la vida,
que compartí tantos años en la cercanía de Don Ricardo (“el don me hace una
gracia enorme, pero es mi carnet de identidad en Tuy” escribía en otra de sus
misivas), me llevaron a apreciarlo en los valores de la admiración, el respeto
y la amistad. Aunque nunca me atreví a llamarle “Ricardo” pues ciertamente para
todos siempre fue “Don Ricardo”, una personalidad carismática en la vida de
tantos y tantos tudenses, entre los que me cuento, que desde abril de 2017 nos
hemos quedado un poco huérfanos y añorantes de quien fue tan buen consejero,
amigo y tudense. Por ello puedo acabar rememorando sus palabras: Mi querido Don
Ricardo: da gusto por dirigirse así a quien a buen seguro intercede por todos
nosotros ante San Telmo participando ya del Reino que esperaba y
anunciaba.
Moisés Rodríguez Pérez.
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